
Los que me conocéis o me habéis leído alguna vez, sabéis de
mi otra pasión… las librerías, leer es bueno, muy bueno, buenísimo. Me gusta
pasearme por sus estanterías y hojear un libro tras otro, siempre que mis otros
quehaceres me lo permiten o tengo tiempo para ello, deambulo por ellas sin
saber muy bien qué buscar. A veces encuentro alguna rareza y me emociono, claro
está que no compro todo lo que me gustaría, sino me arruinaría. Pero me gusta
sentir el tacto de los libros. En una de estas estaba… en una famosa cadena de
librerías -de la que omitiré su nombre ya que la publicidad gratuita
últimamente está muy cara- cuando la sorpresa del hallazgo casi me tumba. En un
libro que estaba ojeando -uno de esos libros huérfanos que solo dejan de serlo
cuando lo compras y lo llevas a tu casa para ponerlo junto a ti en la
mesita de noche para leerlo antes de hacerle un hueco en tu librería- me encuentro de sopetón y al azar otro portero vasco del que al menos yo no
tenía noticia. Aun no he podido cerrar la mandíbula de lo epatado que quede… y
no solo por el nombre que encontré, sino porque investigando sin mucha
convicción de encontrar apenas unas líneas sobre él, me doy de bruces con que es
muchísimo más famoso por su otra ocupación -toda una eminencia- que por su desempeño
en las porterías. Esta vez hubo suerte, al contrario que en otras ocasiones,
esta sí que hay muchísima información, pero no de la que yo esperaba.
FERNANDO ASUERO Y SÁENZ DE CENZANO, nació en Donostia
(Gipuzkoa), el 29 de mayo de 1887.
Nuestro personaje nació en una importante familia de
cirujanos, especialmente su abuelo, Vicente Asuero, Catedrático de Terapéutica
General, Farmacología y Arte de Recetar, y además médico personal del rey
consorte Francisco de Asís. Es por lo que la tradición familiar le llevó a
estudiar para Otorrinolaringólogo.
Junto con otros estudiantes vascos con los que coincidió en
su estancia en Madrid jugó en el Athletic de Madrid, filial del equipo del
“botxo”. Mismo equipo, mismos colores y que compartían mucho más que su
filosofía, ya que los jugadores eran intercambiables según convenía. Incluso
muchos jugadores tenían títulos con ambos equipos.
El caso es que Asuero entre clase y clase asistía a los
entrenamientos y partidos de fútbol. Entre sus anécdotas se cuenta que: volvía
locos a sus defensas ya que a la menos ocasión abandonaba sus dominios del área
y se sumaba al ataque. Cuando sus compañeros le veían correr por el medio del
campo sabían que hasta que no llegase a la portería contraria no pararía. Fue
uno de los primeros porteros “marca goles”, un pionero. No solo destacó en el
fútbol, ya que en sus inicios el filial rojiblanco también tenía sección de
tenis y Asuero era el segundo capitán allá por 1907.

Pasaron los años y el 9 de mayo de 1929 los periódicos “”El
pueblo vasco” y “El sol” publicaron un titular que le pondría en el candelero mediático:
“Será verdad o no? El trigémino y algunas extrañas curaciones”. Esto hizo
temblar los cimientos sociales, políticos y científicos de la época. Raro fue
el periódico que no hablara de este revolucionario método, bien contando sus
últimas curaciones o bien anunciando sus próximas intenciones u opiniones de
colegas y entendidos poniéndole verde y cuestionando su controvertido método.
No solo ocupaba las portadas, sino que lo hacía a cinco columnas como los más
importantes acontecimientos de la época. Incluso viajó a Cuba y Argentina a
realizar sus “milagros” con el mismo resultado que en España. Incluso escribió
varios folletos y un libro titulado: “Ahora hablo yo”. Además se rodó un filme
–prohibido por la Dirección General de Seguridad- donde se mostraban sus
técnicas realizadas sobre el trigémino de sus pacientes. La cinta nunca llegó a
proyectarse salvo en círculos muy cerrados, lo que la aupó a categoría de mítica.
El hecho de que también fuese concejal del ayuntamiento de
San Sebastián entre 1923 y 1925 durante la dictadura de Primo de Rivera, echó
más leña al fuego sacando a la “Asueroterapia” de su contexto meramente
científico.
Nunca se pudo demostrar si este tratamiento era efectivo, o
solo se trataba de sugestión en unos crédulos pacientes. Con el fallecimiento
de Fernando Asuero a los 54 años a causa de una angina de pecho el 22 de
diciembre de 1942 se perdió el tratamiento.
Como veis este post parece tener más cabida en una revista
médica que en un blog sobre porteros vascos, pero tenía que dejar constancia al
menos de este gran personaje. Curiosa historia.
Me ha sido imposible saber si además de el Athletic de
Madrid militó en algún otro equipo.