En el fútbol moderno el puesto de portero es el de un auténtico
especialista. No se concibe que no disponga de un entrenamiento acorde al
puesto. La mejora de materiales, campos y profesionales preparados para ello,
ponen el resto.
No era así hace años, cuando los guardametas se entrenaban
como podían entre ellos, en una esquinita para no molestar mucho evolucionaban
como podían, sin medios ni preparación específica se calentaban y entrenaban
“de oído”. Verdaderos héroes de los que nadie (o casi) se preocupaba,
únicamente se ocupaban de ellos cuando hacían un partido memorable o lo
contrario. Parafraseando a Luis Llopis
(Entrenador de porteros del RCD Mallorca): “Tenemos que ser justos con los
porteros, no se les puede pedir que hagan cosas que no han entrenado
previamente”. Desgraciadamente esto fue así durante muchos años y
afortunadamente todo esto también ha cambiado. Todas las acciones que pueden realizar
en un partido tienen su entrenamiento específico y por supuesto la mayoría de
los equipos cuentan con un profesional que se encarga de ello: El entrenador de
porteros, algo que podía parecer ciencia ficción no hace demasiados años.
Desde que escribo este blog no terminan de llegarme sorpresas
y bastantes alegrías. Cuando todo parece perdido llega la luz a modo de
historia, una historia continua que parece no tener fin. Me emociono como un niño
pequeño cuando descubro otra biografía que mostraros e inmediatamente la relato,
para seguir engrosando las páginas de los grandes porteros que han poblado
nuestras porterías en el País Vasco. Unas páginas escritas sobre el barro de
antaño que poblaba nuestros terrenos de juego y donde el entrenamiento del
portero brillaba por su ausencia.
El guardameta que hoy os presento fue posiblemente uno de
estos esforzados atletas solitarios, solidarizado con su enemigo (bien
entendido), el otro portero del equipo. Entre ellos hacían posible que tanto
uno como el otro pudieran jugar de manera aceptable. Como ya digo, muchos
profesionales que conozco han pasado por esta tesitura, tener un entrenamiento
de portería nulo y que actuaban más por intuición que por preparación.
En el fútbol de hoy, el puesto más específico del equipo es el
de portero. La misión del guardameta, aparte de ser vital, debe estar atendida
por un jugador de condiciones especiales. De su mejor o peor calidad, se
beneficiará o resentirá la línea defensiva y todo el resto del equipo.
De ahí que conjuntos de una calidad no muy significada,
cuando cuentan con un gran portero, mantengan su posición entre los destacados.
Muchas veces estos porteros alcanzaban la fama casi por
casualidad. En el caso de este guardameta causas de fuerza mayor a modo de
escasa liquidez económica, hicieron que saltara al primer equipo de Osasuna y
se instalara allí, al final por méritos propios completando muy buenas temporadas,
exceptuando la última donde solo disputó tres encuentros.
ESTEBAN IPARRAGUIRRE ERRO, nació en Pamplona (Iruña), el 14 de mayo de 1949.
Comenzó en el Pamplona Juvenil, de allí pasó a la
Universidad Laboral de Tarragona, donde estuvo tres años. En el Izarra de Estella
compitió un año para pasar a posteriori al equipo Amateur del Real Madrid por
espacio de dos más, y después recaló en
Osasuna, para permanecer por un espacio de cinco temporadas en el equipo
rojillo, jugando en Segunda División.
Osasuna, se encontraba entonces inmerso en plena marejada
futbolística, pero con limitadas posibilidades económicas y debiendo cubrir
otros puestos, que también tenían gran importancia, nunca gastó dinero en
elevada cuantía para cubrir su portería. Parte de esta actitud estribaba quizá,
en que de la cantera fueron saliendo elementos que; sin llegar a fenómenos
cubrieron la meta con decoro, evitando urgencias en el fichaje de extraños.
Su entrenador decidió promocionar al portero que la
temporada anterior había defendido a su equipo de promesas, lo recuperó para el
primer equipo, y junto con Lalas e Illumbe formaron el trío de cancerberos del
cuadro.
El entrenador Fernández Mora pensó inicialmente contar con
Esteban Iparragirre para titular del equipo y sus actuaciones hasta aquel
momento no hicieron más que confirmar el acierto de su decisión.
De buena planta atlética, de carácter alegre y sereno,
inmunizado contra el desaliento y la desmoralización. Se mantuvo en el primer
plano gracias a un trabajo constante de entrenamiento y entrega. Portentoso en
las salidas y en su colocación.
Este bosquejo de su personalidad nos la relata el periodista
de “El Mundo Deportivo” (Bendito periódico) y al que le he robado hábilmente este
artículo. En dicha entrevista
Iparraguirre decía no querer parecerse a ningún portero conocido, únicamente coger
un poco de todos ellos para llegar a ser único, un mejor portero.
A partir de 1979 le pierdo la pista, por lo que no sabría deciros
si continuo jugando o colgó los guantes.
Hoy día su hijo Esteban Iparraguirre Erburu, también portero,
juega en el equipo de Osasuna B.
Fuentes: Hemeroteca de “El Mundo Deportivo” y www.bdfutbol.com
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