viernes, 15 de noviembre de 2013

FERNANDO ASUERO Y SÁENZ DE CENZANO

Muchas veces la suerte te sonríe, otras muchas se ríe de ti y otras se descojona. Pero no, en esta ocasión  la diosa fortuna se asocia conmigo y me permite ver la luz donde solo me quedaban sombras.

Los que me conocéis o me habéis leído alguna vez, sabéis de mi otra pasión… las librerías, leer es bueno, muy bueno, buenísimo. Me gusta pasearme por sus estanterías y hojear un libro tras otro, siempre que mis otros quehaceres me lo permiten o tengo tiempo para ello, deambulo por ellas sin saber muy bien qué buscar. A veces encuentro alguna rareza y me emociono, claro está que no compro todo lo que me gustaría, sino me arruinaría. Pero me gusta sentir el tacto de los libros. En una de estas estaba… en una famosa cadena de librerías -de la que omitiré su nombre ya que la publicidad gratuita últimamente está muy cara- cuando la sorpresa del hallazgo casi me tumba. En un libro que estaba ojeando -uno de esos libros huérfanos que solo dejan de serlo cuando lo compras y  lo llevas a tu casa para ponerlo junto a ti en la mesita de noche para leerlo antes de hacerle un hueco en tu librería-  me encuentro de sopetón y al azar  otro portero vasco del que al menos yo no tenía noticia. Aun no he podido cerrar la mandíbula de lo epatado que quede… y no solo por el nombre que encontré, sino porque investigando sin mucha convicción de encontrar apenas unas líneas sobre él, me doy de bruces con que es muchísimo más famoso por su otra ocupación -toda una eminencia- que por su desempeño en las porterías. Esta vez hubo suerte, al contrario que en otras ocasiones, esta sí que hay muchísima información, pero no de la que yo esperaba.

FERNANDO ASUERO Y SÁENZ DE CENZANO, nació en Donostia (Gipuzkoa), el 29 de mayo de 1887.


Nuestro personaje nació en una importante familia de cirujanos, especialmente su abuelo, Vicente Asuero, Catedrático de Terapéutica General, Farmacología y Arte de Recetar, y además médico personal del rey consorte Francisco de Asís. Es por lo que la tradición familiar le llevó a estudiar para Otorrinolaringólogo.
Junto con otros estudiantes vascos con los que coincidió en su estancia en Madrid jugó en el Athletic de Madrid, filial del equipo del “botxo”. Mismo equipo, mismos colores y que compartían mucho más que su filosofía, ya que los jugadores eran intercambiables según convenía. Incluso muchos jugadores tenían títulos con ambos equipos.

El caso es que Asuero entre clase y clase asistía a los entrenamientos y partidos de fútbol. Entre sus anécdotas se cuenta que: volvía locos a sus defensas ya que a la menos ocasión abandonaba sus dominios del área y se sumaba al ataque. Cuando sus compañeros le veían correr por el medio del campo sabían que hasta que no llegase a la portería contraria no pararía. Fue uno de los primeros porteros “marca goles”, un pionero. No solo destacó en el fútbol, ya que en sus inicios el filial rojiblanco también tenía sección de tenis y Asuero era el segundo capitán allá por 1907.

No fue el fútbol lo que le hizo mundialmente famoso, sino un método revolucionario inventado por él para curar las enfermedades a base de golpecitos calculados milimétricamente en el nervio trigémino. Lo llamo “Asueroterapia”. Curaciones al parecer milagrosas aparecieron en los más importantes periódicos y revistas de la época. Detractores y defensores del otorrinolaringólogo entre los compañeros de profesión, unos lo calificaban de milagro medico y otros de fraude mediático con el que el doctor Asuero se enriquecía. Una vez que abandonó Madrid y tras su paso por Paris para acabar sus estudios, se instalo en su San Sebastián natal para montar una consulta temporal en las instalaciones del hotel Príncipe de Saboya, donde ilustres pacientes se alojaban para ser atendidos y donde se formaban interminables colas para ser atendidos por el eminente doctor. Gran enamorado de la cultura china y de la acupuntura que entonces empezaba a conocerse en Europa y en la que básicamente basaba su método.

Pasaron los años y el 9 de mayo de 1929 los periódicos “”El pueblo vasco” y “El sol” publicaron un titular que le pondría en el candelero mediático: “Será verdad o no? El trigémino y algunas extrañas curaciones”. Esto hizo temblar los cimientos sociales, políticos y científicos de la época. Raro fue el periódico que no hablara de este revolucionario método, bien contando sus últimas curaciones o bien anunciando sus próximas intenciones u opiniones de colegas y entendidos poniéndole verde y cuestionando su controvertido método. No solo ocupaba las portadas, sino que lo hacía a cinco columnas como los más importantes acontecimientos de la época. Incluso viajó a Cuba y Argentina a realizar sus “milagros” con el mismo resultado que en España. Incluso escribió varios folletos y un libro titulado: “Ahora hablo yo”. Además se rodó un filme –prohibido por la Dirección General de Seguridad- donde se mostraban sus técnicas realizadas sobre el trigémino de sus pacientes. La cinta nunca llegó a proyectarse salvo en círculos muy cerrados, lo que la aupó a categoría de mítica.

El hecho de que también fuese concejal del ayuntamiento de San Sebastián entre 1923 y 1925 durante la dictadura de Primo de Rivera, echó más leña al fuego sacando a la “Asueroterapia” de su contexto meramente científico.

Nunca se pudo demostrar si este tratamiento era efectivo, o solo se trataba de sugestión en unos crédulos pacientes. Con el fallecimiento de Fernando Asuero a los 54 años a causa de una angina de pecho el 22 de diciembre de 1942 se perdió el tratamiento.

Como veis este post parece tener más cabida en una revista médica que en un blog sobre porteros vascos, pero tenía que dejar constancia al menos de este gran personaje. Curiosa historia.

Me ha sido imposible saber si además de el Athletic de Madrid militó en algún otro equipo.